Niké!, dijo el soldado Filípides al llegar corriendo a Atenas desde la llanura de Maratón. Y, extenuado, cayó muerto. La victoria que anunciaba era la conquistada por los atenienses sobre los persas en la batalla de Maratón, hace ahora 2.500 años. Su misión como mensajero era vital, porque si los persas hubieran vencido, las mujeres y los niños atenienses se habrían suicidado en masa, para escapar de esta manera de los abusos fatales de los invasores.
En honor del tenaz mensajero, los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna en 1896 se cerraron con una competición atlética que integrara valores de paz y amistad entre las naciones participantes y que expusiera los sublimes valores de la historia griega. Fue una prueba de larga distancia (42 Km) entre la población de Maratón y la Ciudad de Atenas, reproduciendo el durísimo recorrido del militar ateniense. Corrieron entonces 17 hombres (en 1984 se incorporó la categoría femenina), la mayoría de ellos griegos y el triunfo fue para el pastor de ovejas Spyros Louis.
La Batalla de Maratón
En el marco de las guerras Médicas (los persas eran llamados medos por los griegos a pesar que Media era una región sometida a Persia), la batalla de Maratón se lidió en agosto o septiembre del año 490 antes de Cristo.
El Gran Rey del imperio persa, Darío I, tras un agravio dado a sus embajadores por atenienses y espartanos, resuelve emprender una expedición de condena contra Eretria y Atenas. En la costa meridional de Asia Menor, lejos del alcance de naves helenas, en 490 a.C., conforma una flota en la que embarca unos 25 mil hombres. De ellos, 10 mil son de caballería, con el noble Datis al mando, la principal arma persa, esencial cuando las distancias son grandes y la rapidez es primordial. El resto del ejército era infantería. El ejército lo dirige Artafernes, sobrino de Darío. Seguía a los persas un traidor griego, Hipías, quien había sido tirano de Atenas y fue desterrado por sus crímenes. Todavía tenía partidarios en Atenas y se había unido a los persas esperando recuperar el trono de la ciudad que lo había rechazado.
Desde Eretria, y deseando castigar el desplante ateniense, desembarca el ejército en la llanura pantanosa de Maratón, a 42 km al noreste de Atenas, por indicación de Hipías. Una pequeña península protege a los barcos y el pantano. Los persas se instalan en la llanura, esperando celebrar allí la batalla y poder usar su caballería contra los griegos. Los atenienses, al enterarse del ataque sobre Eretria, solicitan ayuda a Esparta. Éstos asienten, pero antes deben que realizar los actos rituales que anteceden a la marcha a la guerra. Estos rituales les impedirán llegar oportunamente a Maratón.
Los generales persas no esperan y deciden pasar a la acción. Tratando de obtener una victoria fulminante, dividen el ejército. Datis, con la caballería, embarca sigilosamente de noche, dirigiéndose a sitiar a Atenas, contando con que se les abran las puertas de la ciudad. El ejército de a pie se mantendrá en la llanura distrayendo a los guerreros griegos.
Pero si los persas cuentan con la ayuda de un traidor, los atenienses se hacen con los servicios de varios soldados dorios que militaban en el ejército persa quienes, al conocer el embarque de la caballería, abandonan al Gran Rey, se pasan al bando heleno y cuentan que los persas se han quedado sin caballería y que pretenden sitiar y tomar Atenas.
Ante tales confidencias, Atenas opuso una fuerza, coordinada por Milcíades, principal político de la época y dirigida por su estratego, Calímaco, quien moriría en la batalla. Si obtienen una rápida victoria aun pueden volver a Atenas, antes de que los persas la sitien y avisar para que no rindan la ciudad ante los persas.
El ejército heleno se compone de 10 mil hombres, sin caballería ni arqueros, de los que 7.200 eran hoplitas, temibles guerreros de infantería, bien armados y especialistas en el cuerpo a cuerpo. Las falanges de hoplitas formaban normalmente un rectángulo de 8 filas de fondo y avanzaban en formación hasta el contacto con el enemigo, esforzándose en mantener esa formación durante toda la batalla, en la que los hombres de las filas extremas se esforzaban en herir con su lanza al enemigo más cercano. La formación en bloques de guerreros codo con codo tenía la virtud de que las bajas eran muy inferiores que en una lucha cuerpo a cuerpo.
La superioridad numérica de los persas y lo extenso de la playa donde se iba a libraría la batalla decidió a Calímaco a colocar sólo tres filas en el centro, mientras mantenía las 8 filas habituales en las alas de la formación. Por su parte, Artafernes colocó las mejores tropas en el centro y las menos preparadas en las alas. Las cartas estaban sobre la mesa.
El centro persa, formado por los mejores soldados medos, aguantó el choque del centro griego y le hizo retroceder. No obstante, en las alas, la superioridad griega fue evidente. Las alas persas cedieron ante el empuje de los hoplitas y se desorganizaron emprendiendo la huída a los botes que esperaban en la playa. Los triunfantes griegos volvieron entonces sus armas contra el centro persa, que estaba propinando una buena paliza a su escueta zona central. Los asiáticos se vieron atrapados entre dos fuegos originándose una desbandada general de sus filas.
La superioridad táctica ateniense les dio una victoria histórica: los persas se retiraron dejando alrededor de 6.500 muertos entre las llanuras, los pantanos y las playas, mientras que Atenas sólo perdió 192 hombres, entre ellos Calímaco. Sin demora, el ejército ateniense se dirigió a su capital, amenazada por la caballería persa. Milcíades mandó a Filípides a dar la buena nueva a Atenas. La misión le costó la vida.
El cálculo astronómico, según el calendario Juliano (esgrimido por los historiadores como marco cronológico), ubica a la batalla el 12 de septiembre de 490 a.C., y ésta es la fecha convencionalmente aceptada. Sin embargo, esto depende de cuando Esparta llevó a cabo su festival y es posible que el calendario espartano fuera un mes anterior al de Atenas. En ese caso, la batalla hubiera ocurrido el 12 de agosto de 490 a.C.
La maratón actual
La distancia vigente se disputó por primera vez en Londres 1908, por un capricho real. La reina Alexandra se encaprichó en que la carrera partiese del Castillo de Windsor hacia el estadio Shepherd's Bush, un recorrido de 26 millas y 385 yardas, el equivalente a 42.195 metros. Tal distancia se confirmó en los Juegos de París 1924.
Actualmente, la carrera de maratón se ha convertido en la más clásica del atletismo, la que corona a uno de los héroes de los Juegos y la de mayor aceptación popular. Millones de corredores aficionados transitan la distancia por el propósito de mantenerse en buena forma, por el espíritu de competencia o simplemente por el hecho de participar en la más multitudinaria expresión del esfuerzo humano. La celebración oficial de los 2500 años de tamaña gesta se realizará el próximo mes de noviembre en el marco del Maratón de Atenas.
Gracias por este gran artículo, que además nos introduce en este maravilloso deporte. Excelente!
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