La IV Copa Mundial de Fútbol se desarrolló en Brasil, entre el 16 de junio y el 16 de julio de 1950 y fue la primera edición del torneo luego de la II Guerra Mundial. Tras la suspensión de los eventos de 1942 y 1946, la Copa regresó a Sudamérica luego de 20 años.
Tras el fin del conflicto, la FIFA se reunió en Luxemburgo, el 1 de julio de 1946. En ese encuentro y para conmemorar el 25º aniversario de la presidencia de Jules Rimet, la Copa Mundial recibe, en su honor, el nombre de Copa Jules Rimet.
Se pensó inicialmente dar a Suiza la sede del Mundial para 1949, ya que no había sido dañada durante la guerra y tenía una pujante economía, pero no tenía estadios aptos para albergar el torneo. La FIFA finalmente decidió que Suiza organizara el siguiente evento y acordó darle el cupo a Sudamérica. Los presidentes de Brasil y Argentina, Getulio Vargas y Juan Domingo Perón, acordaron el apoyo a la candidatura brasileña mientras el siguiente evento en América fuese organizado por el país andino. La FIFA resolvió atrasar un año el campeonato, para que las naciones sacudidas por la guerra tuvieran más tiempo para organizar sus selecciones.
• Los participantes en serán divididos en cuatro grupos de cuatro equipos con uno de ellos cabeza de grupo. Los otros tres serán designados por sorteo.
La FIFA prohibió participar a Alemania, como rechazo a los crímenes que los nazis ejecutaron durante la guerra mundial.
Participaron siete países americanos y seis europeos, aunque las principales potencias europeas no concurrieron porque la guerra había impedido el normal desarrollo de los torneos nacionales durante seis años. Se inscribieron 29 naciones, aunque luego de varias deserciones asistieron sólo 13 seleccionados.
Tampoco pudo participar parte del seleccionado italiano. En un accidente aéreo el 4 de mayo de 1949, fallecieron todos los jugadores del Torino de Italia, cuando regresaban de Lisboa, donde habían disputado un amistoso con el Benfica.
El Torino había sido el mejor equipo de la postguerra, vencedor de los últimos cuatro “scudettos”, el campeonato del ´48 lo obtuvo batiendo los récords en puntos y goles. En el ´49 fueron ganadores post-morten, ya que el desdichado accidente ocurrió cuando al torneo le restaban 4 partidos para finalizar y ellos sostenìan suficiente ventaja. En un sentido homenaje los dirigentes dieron el título al Torino. En el avión Fiat G 212 no hubo sobrevivientes, murieron 18 jugadores, los directores del equipo, tres periodistas y toda la tripulación.
El seleccionado británico cayó humillado frente a los Estados Unidos por 1 a 0. Luego, los norteamericanos caen derrotados por Chile por 5 a 2, mientras que los ingleses se despedían de la copa con una derrota por un tanto a cero frente a España.
Luego de apabullar a México, los dueños de casa enfrentaron a Suiza y empataron a dos goles. Al retirarse del estadio el plantel carioca fue abucheado y agredido por la parcialidad local. Finalizó la ronda eliminando a Yugoslavia.
Sin mucho glamour el grupo C se definió en un triangular donde Suecia solo necesitó dominar a los disminuidos italianos y negociar un empate con los paraguayos. En el único partido del grupo D, la selección uruguaya derrotó por 8 a 0 a su par de Bolivia y de así accedió al Cuadrangular Final.
Uruguay comenzó con un buen pie, al birlar un punto a los ibéricos y ganando a los suecos, pero Brasil, que venía aplastando a sus rivales, 7-1 a Suecia y 6-1 a España, sólo necesitaba empatar ante Uruguay en el último encuentro para quedarse con el trofeo.
Los principales diarios de Brasil ya tenían sus primeras planas impresas, las carrozas de carnaval estaban preparadas para encabezar los festejos y ya se habían vendido más de 500 mil camisetas con la inscripción de: “Brasil Campeao 1950”. El estadio se había decorado con pancartas, además la Casa de la Moneda había acuñado monedas conmemorativas con los nombres de los jugadores brasileños.
195,000 espectadores confiados venían a ver cómo Brasil obtendría su primer título mundial. Pero la Celeste se rebeló contra una historia que parecía escrita y consumó uno de los triunfos más grandes y sorpresivos de todos los tiempos.
Cuenta la leyenda, luego del gol brasileño, Varela tomó la pelota y la colocó bajo su brazo y con paso lento fue a reclamarle un off-side inexistente al juez de línea. Luego condujo el balón hasta el centro del campo. Mientras tanto, los casi 200.000 espectadores dejaron de mirar al goleador y fueron callándose hasta enmudecer, en ese momento llamó al árbitro, pidió un traductor y discutió la posición adelantada durante varios minutos. Así logró el objetivo de enfriar el partido y e infundir a sus diez compañeros una inyección de coraje. En ese momento se empezó a enaltecer la gesta uruguaya.
Luego Varela recordaría: “...Ahí me di cuenta que si no enfriábamos el juego esa máquina de jugar al fútbol nos iba a demoler. Lo que hice fue demorar la reanudación del juego, nada más. Esos tigres nos comían si les servíamos el bocado muy rápido... los nervios nuestros se los pasamos a ellos. El resto fue lo más fácil”.
En el 66 Juan Schiaffino consiguió el empate para los uruguayos. Todavía con el empate Brasil se coronaba. Pero instantes después, con sólo once minutos para finalizar el cotejo, Alcides Ghiggia convirtió el segundo gol celeste, luego de dominar un pique al defensor Bigode y, en lugar de centrar al área, optó por patear al primer poste. El majestuoso Maracaná vació sus voces y se colmó de silencios, silencios tan fuertes que se alcanzaban a oír.
El inglés George Reader pitó por postrera vez y el volante Schubert Gambetta tomó el balón con ambas manos y sólo atinó a decir entre lágrimas: “Terminó, terminó”.
El pueblo carioca se sumió en la mayor congoja colectiva provocada por un hecho deportivo que se tenga memoria, la gente deambulaba por Río de Janeiro en silencio, otros lloraban sin encontrar consuelo. Por un día Brasil se vistió de luto y las ciclópeas fiestas programadas se suspendieron. Al siguiente día un diario tituló “Nuestro Hiroshima”.
Años más tarde recordando ese momento de desconcierto don Jules Rimet, dijo: “...Todo estaba previsto, excepto el triunfo de Uruguay. Al término del partido yo debía entregar la copa. Una vistosa guardia de honor se formaría desde el túnel hasta el centro del campo de juego, donde estaría esperándome el capitán del equipo vencedor (naturalmente Brasil). Preparé mi discurso y me fui a los vestuarios pocos minutos antes de finalizar el partido (estaban empatando 1 a 1 que clasificaba campeón al equipo local). Pero al caminar por los pasillos se interrumpió el griterío. A la salida del túnel, un silencio desolador dominaba el estadio. Ni guardia de honor, ni himno nacional, ni discurso, ni entrega solemne. Me encontré solo, con la copa en mis brazos y sin saber qué hacer. En el tumulto terminé por descubrir al capitán uruguayo, Obdulio Varela, y casi a escondidas le entregué la estatuilla de oro, le estreché la mano y me retiré sin poder decirle una sola palabra de felicitación para su equipo...”.
Hasta hoy, ha sido el único mundial en el que el equipo de casa llegó a la final y no pudo ganar el título. Pero el suceso organizativo de Brasil, con las multitudes que llenaron los estadios, la pasión desaforada de jugadores y espectadores, abrió una nueva era en los mundiales, la cual lejos de decaer, cada vez toma más impulso arrastrando el clamor y la euforia de multitudes en la totalidad de la esfera del mundo.
Tras el fin del conflicto, la FIFA se reunió en Luxemburgo, el 1 de julio de 1946. En ese encuentro y para conmemorar el 25º aniversario de la presidencia de Jules Rimet, la Copa Mundial recibe, en su honor, el nombre de Copa Jules Rimet.
Se pensó inicialmente dar a Suiza la sede del Mundial para 1949, ya que no había sido dañada durante la guerra y tenía una pujante economía, pero no tenía estadios aptos para albergar el torneo. La FIFA finalmente decidió que Suiza organizara el siguiente evento y acordó darle el cupo a Sudamérica. Los presidentes de Brasil y Argentina, Getulio Vargas y Juan Domingo Perón, acordaron el apoyo a la candidatura brasileña mientras el siguiente evento en América fuese organizado por el país andino. La FIFA resolvió atrasar un año el campeonato, para que las naciones sacudidas por la guerra tuvieran más tiempo para organizar sus selecciones.
Los lineamientos generales del torneo se definieron finalmente en Londres, en 1947, donde se incluían los siguientes puntos:
• Los participantes en serán divididos en cuatro grupos de cuatro equipos con uno de ellos cabeza de grupo. Los otros tres serán designados por sorteo.
• Los cuatro equipos victoriosos en cada grupo, intervendrán en la segunda serie donde cada conjunto jugará un solo partido contra los otros tres. El equipo que haya obtenido mayor número de puntos ganará la copa.
La FIFA prohibió participar a Alemania, como rechazo a los crímenes que los nazis ejecutaron durante la guerra mundial.
Participaron siete países americanos y seis europeos, aunque las principales potencias europeas no concurrieron porque la guerra había impedido el normal desarrollo de los torneos nacionales durante seis años. Se inscribieron 29 naciones, aunque luego de varias deserciones asistieron sólo 13 seleccionados.
Los ausentes fueron los que estaban atravesando críticas realidades sociopolíticas. Francia, Turquía y Portugal, declinaron porque sus equipos eran de muy bajo nivel. Por diversas razones se sumaron a éstas otras dimisiones, que abreviaron las participaciones.
Tampoco pudo participar parte del seleccionado italiano. En un accidente aéreo el 4 de mayo de 1949, fallecieron todos los jugadores del Torino de Italia, cuando regresaban de Lisboa, donde habían disputado un amistoso con el Benfica.
El Torino había sido el mejor equipo de la postguerra, vencedor de los últimos cuatro “scudettos”, el campeonato del ´48 lo obtuvo batiendo los récords en puntos y goles. En el ´49 fueron ganadores post-morten, ya que el desdichado accidente ocurrió cuando al torneo le restaban 4 partidos para finalizar y ellos sostenìan suficiente ventaja. En un sentido homenaje los dirigentes dieron el título al Torino. En el avión Fiat G 212 no hubo sobrevivientes, murieron 18 jugadores, los directores del equipo, tres periodistas y toda la tripulación.
Debido a este suceso, los sensibilizados dirigentes italianos optaron por enviar a la selección en barco hasta Brasil, en lugar de hacerlo en avión. Los jugadores entrenaban en la cubierta del transatlántico y a los pocos días todas las pelotas que traían se perdieron en el mar arribando mal entrenados a disputar un torneo tan importante.
En este Mundial se utilizaron por primera vez los números identificatorios en los reversos de las camisetas de los jugadores.
Debido a que sólo trece selecciones participaron, el comité organizador optó por dividirlas en cuatro grupos, el A y el B de cuatro países cada uno, el C con tres y el D tan sólo con dos.
El debut de los ingleses sería frente a Chile, al cual sometieron por 2 a 0, luego enfrentaron a la débil selección estadounidense. Ante la gran confianza en el conjunto inglés, optaron por tomarse libre la noche anterior.
El seleccionado británico cayó humillado frente a los Estados Unidos por 1 a 0. Luego, los norteamericanos caen derrotados por Chile por 5 a 2, mientras que los ingleses se despedían de la copa con una derrota por un tanto a cero frente a España.
Luego de apabullar a México, los dueños de casa enfrentaron a Suiza y empataron a dos goles. Al retirarse del estadio el plantel carioca fue abucheado y agredido por la parcialidad local. Finalizó la ronda eliminando a Yugoslavia.
Sin mucho glamour el grupo C se definió en un triangular donde Suecia solo necesitó dominar a los disminuidos italianos y negociar un empate con los paraguayos. En el único partido del grupo D, la selección uruguaya derrotó por 8 a 0 a su par de Bolivia y de así accedió al Cuadrangular Final.
Uruguay comenzó con un buen pie, al birlar un punto a los ibéricos y ganando a los suecos, pero Brasil, que venía aplastando a sus rivales, 7-1 a Suecia y 6-1 a España, sólo necesitaba empatar ante Uruguay en el último encuentro para quedarse con el trofeo.
Los principales diarios de Brasil ya tenían sus primeras planas impresas, las carrozas de carnaval estaban preparadas para encabezar los festejos y ya se habían vendido más de 500 mil camisetas con la inscripción de: “Brasil Campeao 1950”. El estadio se había decorado con pancartas, además la Casa de la Moneda había acuñado monedas conmemorativas con los nombres de los jugadores brasileños.
195,000 espectadores confiados venían a ver cómo Brasil obtendría su primer título mundial. Pero la Celeste se rebeló contra una historia que parecía escrita y consumó uno de los triunfos más grandes y sorpresivos de todos los tiempos.
Ante el apabullamiento de la afición brasilera, Obdulio Varela, capitán uruguayo, dio una arenga a sus compañeros: ”no piensen en toda esa gente, no miren para arriba, el partido se juega abajo y si ganamos no va a pasar nada, nunca pasó nada”.
Comienza el partido y el brasileño Friaca, al comienzo de la segunda parte, convierte el primer gol y en todo Brasil estalló el carnaval, el cielo se llenó de pirotecnia, el ritmo de samba y gritos de gol colmaron el espacio.Cuenta la leyenda, luego del gol brasileño, Varela tomó la pelota y la colocó bajo su brazo y con paso lento fue a reclamarle un off-side inexistente al juez de línea. Luego condujo el balón hasta el centro del campo. Mientras tanto, los casi 200.000 espectadores dejaron de mirar al goleador y fueron callándose hasta enmudecer, en ese momento llamó al árbitro, pidió un traductor y discutió la posición adelantada durante varios minutos. Así logró el objetivo de enfriar el partido y e infundir a sus diez compañeros una inyección de coraje. En ese momento se empezó a enaltecer la gesta uruguaya.
Luego Varela recordaría: “...Ahí me di cuenta que si no enfriábamos el juego esa máquina de jugar al fútbol nos iba a demoler. Lo que hice fue demorar la reanudación del juego, nada más. Esos tigres nos comían si les servíamos el bocado muy rápido... los nervios nuestros se los pasamos a ellos. El resto fue lo más fácil”.
La táctica de Juan López el técnico uruguayo fue de mostrar un equipo replegado al principio, pero entero en lo anímico. Duro y vivo. Míguez se retrasaba para tocar, Schiaffino regulaba, Varela empujaba y Ghiggia perforaba.
En el 66 Juan Schiaffino consiguió el empate para los uruguayos. Todavía con el empate Brasil se coronaba. Pero instantes después, con sólo once minutos para finalizar el cotejo, Alcides Ghiggia convirtió el segundo gol celeste, luego de dominar un pique al defensor Bigode y, en lugar de centrar al área, optó por patear al primer poste. El majestuoso Maracaná vació sus voces y se colmó de silencios, silencios tan fuertes que se alcanzaban a oír.
El inglés George Reader pitó por postrera vez y el volante Schubert Gambetta tomó el balón con ambas manos y sólo atinó a decir entre lágrimas: “Terminó, terminó”.
El pueblo carioca se sumió en la mayor congoja colectiva provocada por un hecho deportivo que se tenga memoria, la gente deambulaba por Río de Janeiro en silencio, otros lloraban sin encontrar consuelo. Por un día Brasil se vistió de luto y las ciclópeas fiestas programadas se suspendieron. Al siguiente día un diario tituló “Nuestro Hiroshima”.
Años más tarde recordando ese momento de desconcierto don Jules Rimet, dijo: “...Todo estaba previsto, excepto el triunfo de Uruguay. Al término del partido yo debía entregar la copa. Una vistosa guardia de honor se formaría desde el túnel hasta el centro del campo de juego, donde estaría esperándome el capitán del equipo vencedor (naturalmente Brasil). Preparé mi discurso y me fui a los vestuarios pocos minutos antes de finalizar el partido (estaban empatando 1 a 1 que clasificaba campeón al equipo local). Pero al caminar por los pasillos se interrumpió el griterío. A la salida del túnel, un silencio desolador dominaba el estadio. Ni guardia de honor, ni himno nacional, ni discurso, ni entrega solemne. Me encontré solo, con la copa en mis brazos y sin saber qué hacer. En el tumulto terminé por descubrir al capitán uruguayo, Obdulio Varela, y casi a escondidas le entregué la estatuilla de oro, le estreché la mano y me retiré sin poder decirle una sola palabra de felicitación para su equipo...”.
Aunque el máximo goleador fue Ademir con nueve tantos, el uruguayo Ghiggia se convirtió en el primer jugador en marcar en todos los partidos de una Copa del Mundo.
Hasta hoy, ha sido el único mundial en el que el equipo de casa llegó a la final y no pudo ganar el título. Pero el suceso organizativo de Brasil, con las multitudes que llenaron los estadios, la pasión desaforada de jugadores y espectadores, abrió una nueva era en los mundiales, la cual lejos de decaer, cada vez toma más impulso arrastrando el clamor y la euforia de multitudes en la totalidad de la esfera del mundo.
Excelente reseña.
ResponderEliminarHasta ese momento Italianos y Uruguayos tenian una dictadura, los 4 mundiales se los habian repartido, aparte 3 oros olimpicos, 1 de Italia
y 2 de Uruguay. Que paso con esa potencia que fue Uruguay ?