Luego del Mundial de 1930, gris en su organización pero de altísima repercusión internacional, el entonces presidente italiano Benito Mussolini se empeñó frenéticamente en que el segundo evento de la disciplina se celebrara en tierras itálicas. A pesar de no saber nada de fútbol, su interés radicaba en el amplio valor propagandístico que el certamen daría a su movimiento político ideológico: el fascismo. Para lograrlo se valió de presiones y artimañas diplomáticas que lograron obtener la meta deseada.
34 países solicitaron su asistencia al evento (más de tres veces la de Uruguay) y se organizaron varios grupos para disputar eliminatorias, incluyendo el único caso en que un país organizador participa de la fase de clasificación, hecho que se corrigió para el siguiente torneo. De ellos, pasaron a la instancia final 16 países, donde 12 eran europeos, 3 americanos y Egipto, que fue la primera selección africana en participar (pasarían 32 años para que un país de ese continente volviera a clasificarse). Uruguay no asistió en rechazo al régimen y a la utilización política del evento. Argentina y Brasil mandaron conjuntos prácticamente aficionados.
Los fraudes por parte de los italianos iniciaron antes del primer juego, cuando en la inscripción incluyeron a jugadores argentinos y brasileros, ya que en esa época era requisito que los futbolistas que cambiaban de selección debían dejar pasar tres años entre ambas y ninguno lo cumplía. En su clasificación ante Grecia, ganaron en Milán 4 a 0, pero los griegos no disputarían el partido de vuelta. En los años 90 se descubrió que la federación italiana, ante la posibilidad de quedarse afuera de su mundial, le canjearon el partido de vuelta por la construcción de una sede de dos plantas a la Federación Helena.
El 27 de Mayo 1934 Benito Mussolini inauguró el II Campeonato Mundial de Fútbol y, como buen dictador militar, quiso seguir trascendiendo a costa del más popular de los deportes. Il Duce realizó una gran propaganda a favor de su régimen durante la realización del mundial. "La última meta del acontecimiento será la de demostrar al universo lo que es el ideal fascista del deporte".
En el inicio de la primera ronda los dueños de casa recibieron al equipo estadounidense al que golearon 7 a 1. Pero luego no lo tuvo fácil, ya que contra España disputó uno de los partidos más violentos en la historia de los mundiales, donde los locales apelaron a la violencia feroz ante la venia del árbitro, incluso la igualdad italiana, anotada por Ferrari, fue gracias a que Schavio le sujetaba las manos al portero ibérico. El partido finalizó empatado a uno. En el desempate al día siguiente, sólo pudieron jugar once de los veintidós titulares que habían salido a la cancha el día anterior. Italia terminó con cuatro titulares menos mientras que España lo jugó con siete bajas, entre ellos su legendario arquero, Ricardo Zamora, con dos costillas fracturadas. Los locales vencieron 1 a 0 con gol de Giusseppe Meazza debido a que el guardameta era obstruido, además el árbitro anuló dos goles genuinos a España. Por suerte, al final del segundo encuentro los lesionados hispanos solo fueron cuatro.
En las semifinales, Checoslovaquia derrotó a Alemania por tres a uno, mientras Italia vencía a Austria por uno a cero, con un gol protestado por los austríacos por un aparente fuera de juego, que lógicamente el juez no pitó.
La final se disputó en el estadio del "Partido Nacional Fascista" en Roma el 10 de junio. La mayoría de los 45 mil asistentes eran funcionarios del partido fascista italiano, quienes no pararon de vitorear al Duce. Se dice que mientras los italianos realizaban el saludo fascista hacia Il Duce antes de comenzar la final, el delantero checo Planicka se burlaba en voz baja: "Ave César, los que van a morir te saludan".
En el descanso, con el partido sin goles, a Vittorio Pozzo, entrenador de Italia, un emisario de Mussolini le dio un papel escrito por el Duce que indicaba: "Señor Pozzo, usted es el único responsable del éxito, pero que Dios lo ayude si llega a fracasar". A 20 minutos del final toda Italia contuvo la respiración. El delantero checoslovaco Puc adelantaba a su equipo. En medio del sepulcral silencio Orsi lograba, a menos de 10 minutos, el empate para los de la bota. A los 5 minutos de la prórroga, Schiavio, a pase de Meazza, anotó, según sus propias palabras, con "la energía de la desesperación" el gol del triunfo.
La selección italiana ganó el II Mundial de Fútbol, en nombre de la patria y del Duce Benito Mussolini. La Bota de Oro fue para el checoslovaco Oldrich Nejedly quien anidó 5 tantos en las redes contrarias.
Quien se habria podido imaginar todo lo que son capaces ese tipo de dictadores. Se quieren meter en todo y controlarlo. A pesar de esto histiorias como esta tines que repetirlas en otros deporte.
ResponderEliminarTrataré. Esto me ayuda a aprender y, a la vez, estoy encontrando más material super interesante que desconocía.
ResponderEliminar... " U N O de los partidos más violentos en la historia de los mundiales" ...
ResponderEliminarcon 11 lesionados ??????
cuantos mas comparables a este ha habido ?
confieso que me habria encantado verlo ...