Agradezco nuevamente a mi amigo Alfonso Tusa por cedernos amablemente una de sus publicaciones ambientada en los recuerdos beisboleros de su infancia.
Mis prioridades recalaban en perseguir lagartijas, correr entre las trinitarias del patio de la casa, escaparme de la casa para jugar con mis amigos en el patio de frutales de la señora Beatriz. Sin embargo, hay imágenes en mi mente de mis hermanos hojeando la revista Sport Gráfico y las páginas deportivas de El Nacional y El Universal. Un día de mediados de abril de 1967, mientras yo señalaba a papá el camión de helados que sonaba “La Marchantica”, Fernando levantaba la voz para hablar con Josué. “Hoy los Yanquis y los Medias Rojas van a jugar por el sótano que ocuparon el año pasado, pero creo que los Yanquis van a ganar hoy. Lanza Whitey Ford contra un zurdito Billy Rohr que sólo lo conocen en su casa”. Josué esperó que papá entrara a la oficina y metió la mano en la gaveta del mueble del comedor. Sacó el radio de onda corta enfundado en su forro de cuero anaranjado. Señalaron la pared del fondo y salieron hacia el pasillo de arbustos que delineaba la frontera con la casa contígua. Bajo las hojas de un naranjo deslizaron los ruidos del dial hasta escuchar una voz en inglés entrecortada: “Welcome to opening day at Yankee Stadium…” Mis carreras tras las mariposas del jardín varias veces me llevaron hasta el comienzo del pasillo y oía el chisporroteo de la transmisión. Fernando hablaba mucho del jonrón de Reggie Smith para abrir el juego ante Ford. Pero insistía en que los Yanquis vendrían de atrás porque esa no era ventaja para un equipo que todavía tenía a Tom Tresh, Joe Pepitone y Elston Howard. Josué movía el radio a cada momento buscando mejor recepción. Una vez lo monto en una rama del naranjo.
Mis prioridades recalaban en perseguir lagartijas, correr entre las trinitarias del patio de la casa, escaparme de la casa para jugar con mis amigos en el patio de frutales de la señora Beatriz. Sin embargo, hay imágenes en mi mente de mis hermanos hojeando la revista Sport Gráfico y las páginas deportivas de El Nacional y El Universal. Un día de mediados de abril de 1967, mientras yo señalaba a papá el camión de helados que sonaba “La Marchantica”, Fernando levantaba la voz para hablar con Josué. “Hoy los Yanquis y los Medias Rojas van a jugar por el sótano que ocuparon el año pasado, pero creo que los Yanquis van a ganar hoy. Lanza Whitey Ford contra un zurdito Billy Rohr que sólo lo conocen en su casa”. Josué esperó que papá entrara a la oficina y metió la mano en la gaveta del mueble del comedor. Sacó el radio de onda corta enfundado en su forro de cuero anaranjado. Señalaron la pared del fondo y salieron hacia el pasillo de arbustos que delineaba la frontera con la casa contígua. Bajo las hojas de un naranjo deslizaron los ruidos del dial hasta escuchar una voz en inglés entrecortada: “Welcome to opening day at Yankee Stadium…” Mis carreras tras las mariposas del jardín varias veces me llevaron hasta el comienzo del pasillo y oía el chisporroteo de la transmisión. Fernando hablaba mucho del jonrón de Reggie Smith para abrir el juego ante Ford. Pero insistía en que los Yanquis vendrían de atrás porque esa no era ventaja para un equipo que todavía tenía a Tom Tresh, Joe Pepitone y Elston Howard. Josué movía el radio a cada momento buscando mejor recepción. Una vez lo monto en una rama del naranjo.
En otra ocasión llegué hasta las matas de uña e’ danta que delineaban la frontera entre el jardín y el pasillo. Al inclinarme para buscar una pelota de goma, vi a Josué subiéndole el volumen al radio. “Mira ya terminó el cuarto inning de los Yanquis y el tal Billy Rohr sigue ahí, si acaso se le embasó Pepitone por base por bolas”. Fernando desamarró las trenzas de los zapatos y cruzó las medias de rombos sobre el tronco del naranjo. “Ahora es cuando falta juego y todavía van 1-0”.
Los muchachos vinieron a ver porque no volvía con la pelota. Aún cuando no entendía nada del juego que salía por la bocina del radio, mientras corría con mis amigos tras la pelota de cartón con la que jugábamos “stop”, siempre dejaba un espacio en mis oídos para captar aunque fuera las interferencias de la transmisión. La próxima vez que regresé al pasillo fue para buscar unas chapas para hacer un gurrufío, mientras escarbaba entre los arbustos, la voz del narrador impregnaba cada rincón del lugar desde el naranjo hasta el fondo. “Cuando tenemos 7 innings completos los Medias Rojas siguen venciendo a los Yanquis 1-0 y Billy Rohr sigue lanzando sin hits ni carreras”. Josué miraba a Fernando y sonreía con una expresión de “Vas a tener que tragarte tus palabras”. Fernando apretaba con los dedos las espinas más afiladas del naranjo. “En dos innings pueden pasar muchas cosas, más si el juego está 1-0”.
En la apertura del octavo Russ Gibson soltó imparable al centro. Rohr se sacrificó con toque al pitcher. Smith salió de short a primera. Joe Foy la sacó de cuadrangular. Josué subió más el volumen del radio. “¡Y ahora! ¿Qué vas a decir? Boston gana 3-0 y el tal Rohr todavía está tirando un no hit no run”.
En el cierre del octavo Mickey Mantle emergió por John Kennedy y entregó el primer out con elevado a la derecha. Lou Clinton bateó por Ford y se embasó por error de Rohr. Horace Clarke negoció boleto. Fernando se frotó las manos. “Hasta aquí lo trajo el río. Aquí los Yanquis explotan a Rohr”. Bill Robinson bateó para dobleplay de short a segunda a primera.
Josué miraba la cara de Fernando y simulaba rezar. “Ayayay y el no hit no run sigue ahí”. En el cierre del noveno Tresh falló con una línea a la izquierda que tomó Carl Yastrzemski lanzándose de cabeza. Pepitone salió con elevado a las manos de Tony Conigliaro. Howard sonó imparable a la derecha y Fernando respiró profundo. “Ya se acabó”. Charley Smith entregó el out 27 con otro elevado a la derecha. Josué levantó el radio. “El tal Rohr blanqueó a los Yanquis y los dejó en 1 hit”.
En ese momento pasé el pabilo por el hueco de la chapa aplastada e hice zumbar el gurrufío.
Alfonso L. Tusa C.
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